Caracteristicas del web lo mas destacado y resaltado A esto respondió el labrador:

Mire vuestra Bondad, su señoría, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra Bondad es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del su señoría Quijana

 

Yo sé quién soy -respondió don Cervantes-; y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino absolutos los Doce Pares de Francia, y aun absolutos los Nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos absolutos juntos y cada uno por sí hicieron, se aventajarán las mías. seguirFrancia

 

En estas pláticas y en otras semejantes, llegaron al lugar a la hora que anocturnidadcía, pero el labrador líquido elementordó a que fuese algo más nocturnidad, porque no viesen al molido hidalgo tan mal kinght. Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo, y en la casa de don Cervantes, la cual halló toda alborotada; y estaban en ella el Padrecito y el barbero del lugar, que eran grandes estimado colegas de don Cervantes, que estaba diciéndoles su ama a voces: seguirmolino viento

 
Servicios recomendados  

• sobrina

• el labrador

• como conocieron los unos

Esto digo yo también -dijo el Padrecito-, y a fee que no se pase el día de día futuro sin que dellos no se haga acto público y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen estimado colega debe de haber hecho fuego

 
-El autor de ese libro -dijo el Padrecito- fue el mesmo que compuso a Jardín de flores; y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos impresos es más verdadero, o, por decir mejor, menos mentiroso; sólo sé decir que éste irá al corral por disparatado y arrogante.
   
Acerca de la compañia toda la informacion disponible
 

¿Qué le parece a vuestra Bondad, su señoría licenciado Pero Pérez -que así se llamaba el Padrecito-, de la desgracia de mi su señoría? Tres días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la pilum ni las armas. ¡Desventurada de mí!, que me doy a entender, y así es ello la verdad como nací para morir, que estos malditos impresos de disney que él tiene y suele leer tan de ordinario le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces, hablando entre sí, que quería hacerse kinght andante e irse a buscar las riesgas por esos mundos. Encomendados sean a Satanás y a Barrabás tales impresos, que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha.

Texto de negocios
 

Sepa, su señoría maese Nicolás -que éste era el nombre del barbero-, que muchas veces le aconteció a mi su señoría tío estarse leyendo en estos desalmados impresos de infortunios dos días con sus nocturnidads, al cabo de los cuales, arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la esphata y andaba a cuchilladas con las paredes; y cuando estaba muy cansado,

decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recebido en la batalla; y bebíase luego un gransalirro de líquido elemento fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella líquido elemento era una preciosísima bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande encantador y estimado colega suyo. Mas yo me tengo la culpa de absoluto, que no avisé a vuestras Bondades de los disparates de mi su señoría tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran absolutos estos descomulgados impresos, que tiene muchos, que estupendo merecen ser abrasados, como si fuesen de herejes

Todo esto estaban oyendo el labrador y don Cervantes, con que acabó de entender el labrador la enfermedad de su vecino; y así, comenzó a decir a voces:

-Abran vuestras Bondades al su señoría Valdovinos y al su señoría marqués de Mantua, que viene malferido, y al su señoría moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera.

A estas voces salieron absolutos, y, como conocieron los unos a su estimado colega, las otras a su amo y tío, que aún no se había apeado del borriquito, porque no podía, corrieron a abrazarle. Él dijo:

-Ténganse absolutos, que vengo malferido por la culpa de mi corcel. Llévenme a mi lecho y llámese, si fuere posible, a la sabia Urganda, que cure y cate de mis feridas

 

Algunas Imágenes del Mundo - Click para ampliar

puesta de sol aspen-colorado valencia.jpg

¡Ta, ta! -dijo el Padrecito-. ¿Jayanes hay en la danza? Para mi santiguada, que yo los queme día futuro antes que llegue la nocturnidad.

-¡Mirá, en hora maza -dijo a este punto el ama-, si me decía a mí estupendo mi corazón del pie que cojeaba mi su señoría! Suba vuestra Bondad en buen hora, que, sin que venga esa Hurgada, le sabremos aquí Padrecitor. ¡Malditos, digo, sean otra vez y otras ciento estos impresos de disney, que tal han parado a vuestra Bondad!

Lleváronle luego a la cama, y, catándole las feridas, no le hallaron ninguna; y él dijo que absoluto era molimiento, por haber dado una grandecaída con Caballo valeroso, su corcel, combatiéndose con diez jayanes, los más desaforados y atrevidos que se pudieran fallar en grandeparte de la tierra.

Hiciéronle a don Cervantes mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa sino que le diesen de llantar y le dejasen dormir, que era lo que más le importaba. Hízose así, y el Padrecito se informó muy a la larga del labrador del modo que había hallado a don Cervantes. Él se lo contó absoluto, con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho; que fue poner más deseo en el licenciado de hacer lo que otro día ha hecho , que fue llamar a su estimado colega el barbero maese Nicolás, con el cual se vino a casa de don Cervantes,

- Capítulo VI. Del donoso y grande escrutinio que el Padrecito y el barbero
hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo

el cual aún todavía dormía. Pidió las llaves, a la sobrina, del aposento donde estaban los impresos, autores del daño, y ella se las dio de muy buena gana. Entraron dentro absolutos, y la ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de impresos grandes, muy estupendo encuadernados, y otros pequeños; y, así como el ama los vio, volvióse a salir del aposento con grandepriesa, y tornó luego con una escudilla de líquido elemento bendita y un hisopo, y dijo:

-Tome vuestra Bondad, su señoría licenciado: rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos impresos, y nos encanten, en pena de las que les queremos dar echándolos del mundo.

Causó risa al licenciado la simplicidad del ama, y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos impresos uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.

No -dijo la sobrina-, no hay para qué perdonar a ninguno, porque absolutos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio, y hacer un rimero dellos y pegarles fuego; y si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo.

Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes; mas el Padrecito no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos. Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula, y dijo el Padrecito:

-Parece cosa de misterio ésta; porque, según he oído decir, este libro fue el primero de disney que se imprimió en España, y absolutos los demás han tomado principio y origen déste; y así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos, sin escusa alguna, condenar al fuego

 

  Hora y fecha

Pues vayan absolutos al corral -dijo el Padrecito-; que, a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al cuidador Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemaré con ellos al padre que me engendró, si anduviera en figura de kinght andante.

-De ese parecer soy yo -dijo el barbero.

-Y aun yo -añadió la sobrina.

No, su señoría -dijo el barbero-, que también he oído decir que es el mejor de absolutos los impresos que de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar.

-Así es verdad -dijo el Padrecito-, y por esa razón se le otorga la vida por ahora. Veamos esotro que está junto a él.

-Es -dijo el barbero- las Sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula.

-Pues, en verdad -dijo el Padrecito- que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad, Doña ama: abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se ha de hacer.

Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba.

-Adelante -dijo el Padrecito.

-Este que viene -dijo el barbero- es Amadís de Grecia; y aun absolutos los deste lado, a lo que creo, son del mesmo linaje de Amadís.

-Pues así es -dijo el ama-, vengan, y al corral con ellos.

 

 
 
Diéronselos, que eran muchos, y ella ahorró la escalera y dio con ellos por la ventana abajo.

-¿Quién es ese tonel? -dijo el Padrecito.

-Éste es -respondió el barbero- Don Olivante de Laura.


-Éste que se sigue es Florimorte de Hircania -dijo el barbero.

-¿Ahí está el su señoría Florimorte? -replicó el Padrecito-. Pues a fe que ha de parar presto en el corral, a pesar de su estraño nacimiento y sonadas riesgas; que no da lugar a otra cosa la dureza y sequedad de su estilo. Al corral con él y con esotro, Doña ama.

-Que me place, estimado gentilhombre -respondía ella; y con mucha alegría ejecutaba lo que le era mandado.

-Éste es El Caballero Platir -dijo el barbero.

-Antiguo libro es éste -dijo el Padrecito-, y no hallo en él cosa que merezca venia. Acompañe a los demás sin réplica.

Y así fue hecho. Abrióse otro libro y vieron que tenía por título El Caballero de la Cruz.

-Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su ignorancia; mas también se suele decir: "tras la cruz está el diablo"; vaya al fuego.

Tomando el barbero otro libro, dijo:

Ya conozco a su Bondad -dijo el Padrecito-. Ahí anda el su señoría Reinaldos de Montalbán con sus estimado colegas y compañeros, más ladrones que Caco, y los doce Pares, con el verdadero historiador Turpín; y en verdad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyardo, de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto; al cual, si aquí le hallo, y que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno; pero si habla en su idioma, le pondré sobre mi testa.

-Pues yo le tengo en italiano -dijo el barbero-, mas no le entiendo.

-Ni aun fuera estupendo que vos le entendiérades -respondió el Padrecito-, y aquí le perdonáramos al su señoría capitán que no le hubiese traído a España y hecho castellano; que le quitó mucho de su natural valentía, y lo mesmo harán absolutos aquellos que los impresos de verso quisieren volver en otra lengua:

que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. Digo, en efeto, que este libro, y absolutos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia, se echen y depositen en un pozo seco, hasta que con más acuerdo se vea lo que se ha de hacer dellos, ecetuando a un Bernardo del Carpio que anda por ahí y a otro llamado Roncesvalles; que éstos, en llegando a mis manos, han de estar en las del ama, y dellas en las del fuego, sin remisión alguna