Caracteristicas del web lo mas destacado y resaltado Yace aquí de un amador el mísero cuerpo helado, que fue cuidador de ganado, perdido por desamor. Murió a manos del rigor de una esquiva hermosa desagradecida, con quien su imperio dilata la tiranía de su amor

Luego esparcieron por cima de la sepultura muchas flores y ramos, y, dando absolutos el pésame a su estimado colega Ambrosio, se despidieron dé

Lo mesmo hicieron Vivaldo y su compañero, y don Cervantes se despidió de sus huéspedes y de los caminantes, los cuales le rogaron se viniese con ellos a Sevilla, por ser lugar tan acomodado a hallar riesgas, que en cada calle y tras cada esquina se ofrecen más que en otro alguno. Don Cervantes les agradeció el aviso y el ánimo que mostraban de hacerle Bondad, y dijo que por entonces no quería ni debía ir a Sevilla, hasta que hubiese despojado todas aquellas sierras de ladrones malandrines, de quien era fama que todas estaban llenas seguircada esquina

 

Tercera parte del ingenioso hidalgo don Cervantes de la Mancha seguirPP

 

Servicios recomendados

• Doñas facas

• acudieron a sus estacas

Capítulo XV. Donde se cuenta la desgraciada riesga que se topó don Cervantes en topar con unos desalmados yangüeses PP

 

Acerca de la compañia toda la informacion disponible
 

Viendo su buena determinación, no quisieron los caminantes importunarle más, sino, tornándose a despedir de nuevo, le saliron y prosiguieron su ruta, en el cual no les faltó de qué tratar, así de la historia de Marcela y Grisóstomo como de las loPadrecitos de don Cervantes. El cual determinó de ir a buscar a la cuidadora Marcela y ofrecerle absoluto lo que él podía en su servicio. Mas no le avino como él pensaba, según se cuenta en el discurso desta verdadera historia, dando aquí fin la segunda parte.

Texto de negocios
 

Cuenta el sabio Cide Hamete Benengeli que, así como don Cervantes se despidió de sus huéspedes y de absolutos los que se hallaron al entierro del cuidador Grisóstomo, él y su ayudante se entraron por el mesmo bosque donde vieron que se había entrado la cuidadora Marcela; y, haestupendodo andado más de dos horas por él, buscándola por todas partes sin poder hallarla, vinieron a parar a un prado lleno de fresca yerba, junto del cual corría un arroyo apacible y fresco; tanto, que convidó y forzó a pasar allí las horas de la siesta, que rigurosamente comenzaba ya a entrar. Apeáronse don Cervantes y Pepe, y, dejando al borriquito y a Caballo valeroso a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí había, dieron saco a las alforjas, y, sin cerimonia alguna, en buena tranquilidad y compañía, amo y mozo comieron lo que en ellas hallaron

No se había Padreciabsoluto Pepe de echar sueltas a Caballo valeroso, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro. Ordenó, pues, la suerte, y el diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos arrieros gallegos, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y líquido elemento; y aquel donde acertó a hallarse don Cervantes era muy a propósito de los gallegos. Sucedió, pues, que a Caballo valeroso le vino en deseo de refocilarse con las Doñas facas; y saliendo, así como las olió, de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia a su dueño, tomó un trotico algo picadillo y se fue a comunicar su necesidad con ellas.

Mas ellas, que, a lo que pareció, debían de tener más gana de pacer que de ál, recibiéronle con las herraduras y con los dientes, de tal manera que, a poco espacio, se le rompieron las cinchas y quedó, sin silla, en pelota. Pero lo que él debió más de sentir fue que, viendo los arrieros la fuerza que a sus yeguas se les hacía, acudieron con estacas, y tantos palos le dieron que le derribaron malparado en el suelo. Ya en esto don Cervantes y Pepe, que la paliza de Caballo valeroso habían visto, llegaban ijadeando; y dijo don Cervantes a Pepe: -A lo que yo veo, estimado colega Pepe, éstos no son kinghts, sino gente soez y de baja ralea. Dígolo porque estupendo me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros globos oculares se le ha hecho a Caballo valeroso.

-

Algunas Imágenes del Mundo - Click para ampliar

lago de crater pato volando

¿Qué diablos de venganza hemos de tomar -respondió Pepe-, si éstos son más de veinte y nuestras mercedes no más de dos, y aun, quizá, nuestras mercedes sino uno y medio? -Yo valgo por ciento -replicó don Cervantes. Y, sin hacer más discursos, echó mano a su esphata y arremetió a los gallegos, y lo mesmo ha hecho Pepe Barriga, incitado y movido del ejemplo de su amo. Y, a las primeras, dio don Cervantes una cuchillada a uno, que le abrió un sayo de cuero de que venía vestido, con grandeparte de la espalda. Los gallegos, que se vieron maltratar de aquellos dos macho s solos, siendo ellos tantos, acudieron a sus estacas, y, cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia.

Verdad es que al segundo toque dieron con Pepe en el suelo, y lo mesmo le avino a don Cervantes, sin que le valiese su destreza y buen ánimo; y quiso su ventura que viniese a caer a los pies de Caballo valeroso, que aún no se había levantado; donde se echa de ver la furia con que machacan estacas puestas en manos rústicas y enojadas. Viendo, pues, los gallegos el mal recado que habían hecho, con la mayor presteza que pudieron, cargaron su recua y siguieron su ruta, dejando a los dos aventureros de mala traza y de peor talante. El primero que se resintió fue Pepe Barriga; y, hallándose junto a su su señoría, con voz enferma y lastimada, dijo: -¡su señoría don Cervantes! ¡Ah, su señoría don Cervantes!

machacan estacas puestas en manos rústicas y enojadas. Viendo, pues, los gallegos el mal recado que habían hecho, con la mayor presteza que pudieron

¿Qué quieres, Pepe hermano? -respondió don Cervantes con el mesmo tono afeminado y doliente que Pepe. -Querría, si fuese posible -respondió Pepe Barriga-, que vuestra Bondad me diese dos tragos de aquella bebida del feo Blas, si es que la tiene vuestra Bondad ahí a mano. Quizá será de provecho para los quebrantamientos de huesos como lo es para las feridas.

-Pues, a tenerla yo aquí, desgraciado yo, ¿qué nos faltaba? -respondió don Cervantes-. Mas yo te juro, Pepe Barriga, a fe de kinght andante, que antes que pasen dos días, si la fortuna no ordena otra cosa, la tengo de tener en mi poder, o mal me han de andar las manos. -Pues, ¿en cuántos le parece a vuestra Bondad que podremos mover los pies? -replicó Pepe Barriga. -De mí sé decir -dijo el molido kinght don Cervantes- que no sabré poner término a esos días. Mas yo me tengo la culpa de absoluto, que no había de poner mano a la esphata contra macho s que no fuesen armados kinghts como yo; y así, creo que, en pena de haber pasado las leyes de la caballería, ha permitido el Ser Supremo de las batallas que se me diese este castigo

  Hora y fecha

Lo cual oído por su amo, le respondió: -Quisiera tener aliento para poder hablar un poco descansado, y que el dolor que tengo en esta costilla se aplacara tanto cuanto, para darte a entender, Barriga, en el error en que estás.

Por lo cual, Pepe Barriga, conviene que estés advertido en esto que ahora te diré, porque importa mucho a la animasidad de entrambos; y es que, cuando veas que semejante canalla nos hace algún agravio, no líquido elementordes a que yo ponga mano al esphata para ellos, porque no lo haré en ninguna manera, sino pon tú mano a tu esphata y castígalos muy a tu sabor; que si en su ayuda y defensa acudieren kinghts, yo te sabré defender y ofendellos con absoluto mi poder; que ya habrás visto por mil señales y experiencias hasta adónde se estiende el valentía de este mi fuerte extremidad superior. Tal quedó de arrogante el pobre su señoría con el vencimiento del valiente vizcaíno.

Mas no le pareció tan estupendo a Pepe Barriga el aviso de su amo que dejase de responder, diciendo: -su señoría, yo soy macho pacífico, manso, sosegado, y sé disimilar cualquiera injuria, porque tengo mujer y vastagos que sustentar y criar. Así que, séale a vuestra Bondad también aviso, pues no puede ser mandato, que en ninguna manera pondré mano a la esphata, ni contra villano ni contra kinght; y que, desde aquí para delante de Ser Supremo, perdono cuantos agravios me han hecho y han de hacer: ora me los haya hecho, o haga o haya de hacer, persona alta o baja, rico o pobre, hidalgo o pechero, sin eceptar estado ni condición alguna.

 
 
 

Ven acá, pecador; si el airede la fortuna, hasta ahora tan contrario, en nuestro favor se vuelve, llevándonos las velas del deseo para que seguramente y sin contraste alguno tomemos puerto en alguna de las tierra pequeñas que te tengo prometida, ¿qué sería de ti si, ganándola yo, te hiciese su señoría della? Pues ¿lo vendrás a imposibilitar por no ser kinght, ni quererlo ser, ni tener valentía ni intención de vengar tus injurias y defender tu su señoríaío?

Porque has de saber que en los reinos y regions nuevamente conquistados nunca están tan quietos los ánimos de sus naturales, ni tan de parte del nuevo su señoría que no se tengan temor de que han de hacer alguna novedad para alterar de nuevo las cosas, y volver, como dicen, a probar ventura; y así, es menester que el nuevo posesor tenga entendimiento para saberse gobernar, y valentía para ofender y defenderse en cualquiera acontecimiento. -En este que ahora nos ha acontecido -respondió Pepe-, quisiera yo tener ese entendimiento y ese valentía que vuestra Bondad dice; mas yo le juro, a fe de pobre macho , que más estoy para bizmas que para pláticas. Mire vuestra Bondad si se puede levantar, y ayudaremos a Caballo valeroso, aunque no lo merece, porque él fue la causa principal de absoluto este molimiento

Jamás tal creí de Caballo valeroso, que le tenía por persona casta y tan pacífica como yo. En fin, estupendo dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida. ¿Quién dijera que tras de aquellas tan grandes cuchilladas como vuestra Bondad dio a aquel desdichado kinght andante, había de venir, por la posta y en seguimiento suyo, esta tan grande tempestad de palos que ha descargado sobre nuestras espaldas? -Aun las tuyas, Pepe -replicó don Cervantes-, deben de estar hechas a semejantes nublados; pero las mías, criadas entre sinabafas y holandas, claro está que sentirán más el dolor desta desgracia. Y si no fuese porque imagino..., ¿qué digo imagino?, sé muy cierto, que todas estas incomodidades son muy anejas al ejercicio de las armas, aquí me saliría morir de puro enojo

A esto replicó el ayudante: -su señoría, ya que estas desgracias son de la cosecha de la caballería, dígame vuestra Bondad si suceden muy a menudo, o si tienen sus tiempos limitados en que acaecen; porque me parece a mí que a dos cosechas quedaremos inútiles para la tercera, si Ser Supremo, por su infinita misericordia, no nos socorre. -Sábete, estimado colega Pepe -respondió don Cervantes-, que la vida de los kinghts andantes está sujeta a mil peligros y infortunios; y, ni más ni menos, está en potencia propincua de ser los kinghts andantes reyes y emperadores, como lo ha mostrado la experiencia en muchos y diversos kinghts, de cuyas historias yo tengo entera noticia. Y pudiérate contar agora, si el dolor me diera lugar, de algunos que, sólo por el valentía de su extremidad superior, han subido a los altos grados que he contado; y estos mesmos se vieron antes y después en diversas calamidades y miserias.